Estamos inmersos en la ola de la Inteligencia Artificial (IA) y todo lo referente al sector salud no puede permanecer al margen. Pero ¿qué está pasando para que no alcance su pleno desarrollo y no nos beneficiemos de ello?
Podemos argumentar diferentes razones, pero nos puede servir de orientación lo recogido en el artículo Is digital medicine different?, publicado recientemente en The Lancet. A partir de éste destacamos que es necesario establecer un marco claro que permita diferenciar los productos digitales eficaces del oportunismo comercial.
Las autoridades competentes y los profesionales sanitarios tenemos en este momento dificultades para proporcionar el nivel requerido de evidencia el cual nos permita aprovechar el potencial de la medicina digital, y que nos están demandando los pacientes, los ciudadanos y la sociedad en general.
Los riesgos de la medicina digital, en lo que al uso de la IA en intervenciones de salud y enfermedad se refiere, son actualmente preocupantes. No podemos argumentar una supuesta excepcionalidad digital para no evaluar de manera robusta todas las intervenciones digitales en salud. Esto representa un mayor riesgo para los pacientes, los ciudadanos y los sistemas sanitarios y, por supuesto, para el avance deseado de la medicina digital.
Sin embargo, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, es posible y debemos hacerlo con convencimiento, capacidad, visión y resolución, porque los beneficios para pacientes, ciudadanos, profesionales sanitarios, sistemas sanitarios y sociedad en general son irrenunciables. La evolución es cuestión de tiempo y de rigor en sus planteamientos y resoluciones, algo que sabemos hacer bien.
La investigación y el desarrollo en la IA siguen centrados en los resultados del aprendizaje automático y la posterior validación clínica, siendo esta segunda parte la que no ha seguido el mismo ritmo que la primera, pero precisamente en esta no sincronía está el reto actual que hemos de superar. Los productos digitales recopilan gran cantidad de datos en tiempo real, tanto de la salud como de la enfermedad, pero hemos de hacer las cosas bien para que, entre todos, sin exclusión, la transición a la práctica clínica se de en óptimas condiciones.
La transformación digital en salud general y en la IA, en particular, requiere de profesionales que ejerzan un liderazgo disruptivo, que desarrolle tanto los nuevos modelos como los requerimientos de los nuevos profesionales motores en favor del cambio necesario.
Es reconfortante ver que una líder de un país, como es Theresa May en un reciente discurso en Macclesfield (Cheshire), se comprometa públicamente a revolucionar los servicios sanitarios británicos mediante el despliegue de la IA en el National Health Service (NHS), con el objetivo de prevenir más de 20.000 muertes relacionadas con el cáncer cada año.
Según las propias palabras de la líder inglesa, el diagnóstico tardío de enfermedades que de otro modo serían tratables es una de las principales causas de muertes evitables. Posteriormente agrega que “El desarrollo de tecnologías inteligentes para analizar grandes cantidades de datos de forma rápida y con un mayor grado de precisión de la que es posible por los seres humanos abre un campo completamente nuevo de investigación médica y nos da una nueva arma en nuestro arsenal en la lucha contra la enfermedad”.
Concluye añadiendo que “Alcanzar esta misión no solo salvará miles de vidas. Incubará una industria completamente nueva alrededor de la IA y su relación con el cuidado de la salud, creando empleos científicos altamente cualificados en todo el país, recurriendo a centros de excelencia existentes y ayudando a desarrollar otros nuevos”.
La trayectoria del Reino Unido, hasta ahora, en proyectos digitales de gran envergadura no ha sido especialmente interesante, pero es de agradecer en este momento compromisos públicos de este tipo y si van seguidos de inversión y apuesta decidida, como parece ser el caso, mejor.
Es el momento de invertir en servicios y productos de la ciencia de la vida, generando al mismo tiempo conocimiento y recursos para la tan necesitada validación clínica. Se dan todas las condiciones científicas y tecnológicas para acelerar la innovación en este sector, solo falta que los profesionales, cada uno en el ámbito de sus competencias, lo visualicemos y nos pongamos a trabajar en ello. Si no lo hacemos, lo harán otros por nosotros y se lo tendremos que comprar al coste que fijen. Esto es imparable.