Japón. Un living lab global en Salud Digital

Tokyo, 23 de Enero de 2013

Me llamo Ikuhiro Nonaka y tengo 97 años. Hasta hace unos días, mi vida era una fuente continua de felicidad. Al despertar cada día, una energía gratificante recorría todo mi cuerpo. Una fuerza interior que me empujaba a seguir siendo útil a mi sociedad. Recorría las calles recogiendo restos de papeles o plásticos, olvidados de forma seguramente inconsciente por los turistas.

Me hacía feliz pensar que, gracias a mi ayuda, cualquier visitante se sentiría mejor al pasear por nuestra ciudad. Ese era mi IKIGAI, mi propósito vital.

Ahora me siento triste y confundido. En la prensa local de ayer en la mañana leí que el Sr. Shinzo Abe, nuevo Ministro de Economía del Japón, había lanzado una recomendación a las personas de mí edad:

Dios no quiera que ustedes se vean obligados a vivir cuando quieran morir. Yo me despertaría sintiéndome mal sabiendo que todo [el tratamiento] está pagado por el Gobierno”

“Pido a los ancianos de nuestro país que se den prisa en morir. Sólo así, el Estado no tendrá que seguir pagando su atención médica”.

¿Qué es lo que debo hacer, me pregunto ahora? Si mi Gobierno piensa que soy una carga para mi comunidad… ¿Tiene sentido entonces seguir con vida…?

Hace unos días visité este maravilloso país para conocer sus avances en Salud Digital. Allí recibí diferentes versiones de la referida historia, que llegó incluso a ser reflejada en la prensa europea. En un país con tan alta sensibilidad hacía la ancianidad, este episodio político verídico fue tomado como un gran insulto por la mayor parte de la sociedad.

No obstante, traduce de forma indeseable uno de los grandes problemas que afronta la sociedad nipona: Casi una cuarta parte de sus 128 millones de habitantes son mayores de 60 años. Se calcula que la proporción aumentará hasta el 40%, en los próximos 50 años.

España les sigue a corta distancia. Y muchos de los llamados determinantes de la salud son compartidos por ambos países: Una alimentación sana, el desenvolvimiento en comunidad o el propio sentido dado a la vida. Otros son bien diferentes; y muchos cambios en el estilo de vida tradicional, comienzan a hacer mella. Muchas personas que ahora alcanzan dicha edad lo hacen en compañía de múltiples patologías en forma de cronicidad.

Japón es un país de grandes contrastes. Siendo de los más tecnificados del mundo, al visitante le sorprende el bajo uso relativo de las tarjetas de crédito, o, hasta fechas recientes, la prohibición de utilizar la telemedicina.

Si unimos ambas realidades descritas, entenderemos el gran interés que despierta en el estudioso de las tecnologías en salud, el hecho de que el Gobierno haya legislado recientemente para levantar el veto médico al uso de la telemedicina, o que por defecto cualquier dato médico incorporado al sistema de salud vaya a ser utilizado para desarrollar algoritmos predictivos que ayuden a optimizar la efectividad del sistema sanitario en su conjunto.

Según afirmaba Paul Mori -un experto en capital de inversión que opera en Tokyo-, a principios de 2019, “Japón ha estado a la zaga de otros mercados desarrollados en el campo de la salud digital, pero la situación está cambiando de forma decisiva, y propiciando una gran oportunidad para las empresas occidentales deseosas de participar en un mercado tan potencialmente lucrativo”. Como afirma Mori, “a pesar de ser el tercer mercado más grande de dispositivos médicos y de contar con uno de los mejores sistemas de salud del mundo, Japón ha tardado en adoptar la transformación digital en el sector de la salud tanto desde el punto de vista regulatorio como de la adopción de tecnología, en especial la telemedicina”. Las razones hay que buscarlas en la naturaleza conservadora de la industria médica japonesa y en el hecho de que hasta ahora la población ha disfrutado de una atención sanitaria de muy alta calidad, y a un coste que podían asumir desde su sistema de acceso universal. Esto ha llevado a que hasta la fecha ha existido poca preocupación por la vigilancia de la salud o la prevención de la enfermedad. Pero esto ya no puede seguir de esta manera. En un país acostumbrado a los Tsunamis, el que se avecina ya no será de agua, sino de personas con patologías crónicas.

Efectivamente. Según una encuesta realizada en 2014 por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social del Japón, sólo 18 hospitales y 544 clínicas de todo el país ofrecían telemedicina y teleasistencia. Fue esta constatación la que llevó a un grupo de expertos a instar al Ministerio a cambiar el estado de las cosas.

El Gobierno Nipón había mantenido hasta la fecha una prohibición férrea, considerando a la Telemedicina como una opción sólo justificada, cuando los pacientes con enfermedades crónicas vivián en zonas remotas y siempre que carecieran de cualquier otra alternativa. (Ley de médicos). Y esto era así, por el carácter corporativo y hospitalo-centrista de la sanidad japonesa que venía inspirada, como en tantas otras cosas, desde la realidad norteamericana. Efectivamente, en USA, hasta la llegada del Obamacare, las cosas eran parecidas. Sólo ante la necesidad de atender a millones de nuevos asegurados desde la administración pública, se comenzó a cambiar la normativa: se reembolsarían también las e-visitas para situaciones de demanda urbana. Esto fue lo que hizo que allí explosionara la telemedicina, después de tantos años de espera, como una forma asistencial de primera necesidad; y en la mayoría de los estados, perfectamente válida y legal

Algo parecido comienza a ocurrir en Japón, donde por las razones de perentoriedad apuntada, en 2015 se promulga una norma que finalmente ha sido fuertemente respaldada por las asociaciones médicas ante la evidencia constatada. Esta nueva reglamentación levantó de forma efectiva la histórica prohibición, permitiendo que varias empresas hayan comenzado a ofrecer nuevas formas de servicio, en especial en el campo de la telemedicina y en las áreas metropolitanas.

Julio Lorca con el Profesor IKUO TOFUKUJI, PH.D. Dept. of Healthcare Informatics, en Takasaki University of Health and Welfare, (Gunma, TAKASAKI), visitando la Sociedad Japonesa de Telemedicina y Telecuidado (JTTA)
Julio Lorca y el Profesor Ikou Tofukuji

Japón, el mayor laboratorio viviente para la explosión de la Salud Digital. ¿Y España?

Todo lo expuesto hace del país del sol naciente un claro referente en nuestro campo de actividad, especialmente para España por las semejanzas antes planteadas. Según uno de los principales expertos en Salud Digital del momento, John Halamka, Japón se convertirá en el principal laboratorio de aprendizaje para la Innovación en esta materia:

japón tiene la urgencia, la visión y el suficiente apoyo para cambiar los modelos de prestación asistencial de una manera que para otros países sería inteligente emular”.

En la mayoría de los países desarrollados, con una población que envejece a ritmo desbocado, se está incrementando sin cesar el consumo de atención sanitaria, en igual medida que descienden las tasas de natalidad, por lo que habrá muchos menos trabajadores que contribuyan al sostenimiento del sistema; y entre esa carencia de mano de obra, será cada vez más difícil encontrar personas cualificadas que desempeñen una labor asistencial.

De alguna manera, la carencia por parte de muchos decisores de una visión adecuada para virar hacia un modelo desfragmentado centrado en las personas, y la falta de actores “valientes” en construir la salud en ubicuidad, tanto desde la política como de la empresa, podría condenar a las generaciones venideras a una peor calidad de vida que la heredada. Es lo que podría acabar ocurriendo, por ej. en Estados Unidos, donde ni siquiera tan tímidas reformas parecen capaces de controlar la epidemia de obesidad y de Diabetes tipo II que no deja de aumentar y que está reduciendo, por primera vez en un país occidental, la esperanza de vida alcanzada.

Como recuerda Halamka, el gobierno de Japón ha demostrado un liderazgo visionario con nuevas iniciativas políticas, incluyendo la nueva norma de atención médica de próxima generación, que entró en vigor el 11 de mayo de 2018. Con la misma se permite que los proveedores de atención médica envíen los datos clínicos a un repositorio que se encarga de anonimizarlos de forma centralizada, poniéndolos a disposición de equipos especializados en procesarlos, con suficientes garantías para proteger la privacidad y el uso correcto de la información generada. En un nuevo mundo donde el dato es ya el nuevo petróleo, -en especial en Salud-, parece que Japón comienza a instalar sus primeras refinerías: ¿Debería seguirles España? ¿Y, que está pasando en nuestro país con las e-visitas?

Dejaremos la respuesta para otra ocasión, en este mismo lugar.